sábado, 7 de junio de 2008

JOSHUA

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¿Qué decir de Joshua? ¿Qué decir de ese mequetrefe cuatrojos, delgaducho y malpeinado que suele poner cara de pocos amigos al primer incauto que se le acerque? Bien puedo decir que lo conozco –si yo no, ¿quién sí? - pero la verdad es que tal afirmación no es del todo verosímil, la verdad es que es muy probable que ni el mismo se conozca, que ignore sus aspiraciones, apenas sospeche sus gustos y en cuanto a su pasado el pobre se la pasa olvidándolo o confundiéndolo. Algo espero rescatar, sin embargo, de esa masa informe de ambigüedad insoluble a la que llamamos (a la que podemos llamar) Joshua.

Antes que nada, valdría la pena aclarar (aunque esto algunos ya lo sospechen) que Joshua no es solo Joshua, es decir no es un solo Joshua sino que, cómo el memorable, torturado y licántropo personaje en la más celebre novela de Hesse (con el cual parecerá un tanto petulante compararlo), consta de muchos Joshuas algo más pequeños y quizá, espero, más simples; puesto que estamos hablando un ser humano tangible y no uno de esos personajes escuetos de alguna tira cómica vulgar o cierta telenovela cursi y melodramática de la tarde, y por lo tanto, como todo ser humano tangible, hablamos de un ente complejo, contradictorio y polifacético. Así qué Joshua pasa casi todo el tiempo siendo dos, tres, quince o más Joshuas, sobre todos en los momentos –que suelen ser bastantes para un perezoso e irresponsable de su talle- que el tiempo le transita con desocupada soledad insomne.

Tratare de exponer la idead del texto sirviéndome del punto anterior.

Si nos acercamos con la adecuada parsimonia (para no alterarlo o despertar cierta hostilidad que habitúa tener por las tardes, sobre todo las tardes escolares) podemos observar levemente a través del espejismo de su seriedad antipática a un Joshua envuelto en su acostumbrada divagación de creatividad fugaz y mal encaminada, de la conciencia de la inutilidad de su desasosiego imaginativo al pretender ignorar al resto de los Joshuas cuyas costumbres o temperamentos suelen ser mas antinómicas y por ello esporádicamente más dificultosos entre si.

Mas adelante el Joshua que disfruta de la novena y las sonatas de Bethoven, las overturas de Tchaicovski y las operas de Verdi, pero considera a Mozart demasiado armonioso y le aburre abismalmente Schubert; que disfruta leyendo y releyendo a Sartre, a Bukowski, Borges, Hesse, Cortazar, Lovecraft, Salinger, Poe, Kennedy Toole y con menor entusiasmo a Kafka, Rulfo o a Khalil Gibran, que esta venalmente disgustado de no poder conseguir ejemplares de Chuck Palahniuk, Marcel Schwob o Douglas Coupland; que gusta de merodear las ideologías de Nietzsche y Schopenhauer , pero disgusta profundamente de la poesía, ya por no comprenderla en su absoluta complejidad o por rechazo sincero a crearla, y admira los trabajos de Dali, Dore, Escher y Marcos Huerta. Aunque para distinguir al anterior tendríamos que difenciar entre el Joshua que disfruta de tales actividades con un placer natural, espontáneo y el otro al cual con el paso de los años los realiza ya más con una vanidad de actor que con sincera afición.

Tenemos al Joshua que escucha a Coldplay, L´arc n Ciel, Soda Stereo, the Cure, Radiohead y Portishead, que ríe a morir con las tiras de Mafalda, que ha hojeado ya un sinnúmero de veces los comics que posee de Alan Moore y de Frank Miller.

El que pasa leyendo Manga y viendo anime en lugar de hacer el aseo o la tarea, que ama el cine de Kubrick y Tarantino y ya ha visto al menos treinta veces cada una de sus películas que posee sobre cine oriental.

El que no le gustaría hacer mas que dormir y soñar o bien no soñar y despertar mas que para darle un trago a alguna botella de Jack Daniels N°7 y volver a lo anterior; que tanto es llamado egoísta , vanidoso, destructivo, conformista, pesimista, desinteresado, sádico,etc, también (pese a que eso suceda con menor frecuencia) es catalogado con los adjetivos contrarios y a éste Joshua no le queda muy claro cuales son los verdaderos, o si lo son todos -por lo menos en parte-, aunque en realidad no cree (no quiere creer) que merezca ser calificado por ellos y entonces pretende que no le importan tales epítetos...o bien en verdad no le importan, pero este es un punto que nadie conoce con seguridad.

Mas adelante hallamos al que gusta desvelarse dibujando proyectos sin sentido. A aquel que, como el viejo Lucas cortazareano, termina por renunciar a combatir una bestia policéfala de si mismo al percatarse de lo infecundo de la empresa.

Aquellos otros omitidos, por falta de tiempo, memoria y disposición y unos cuantos más que con el devenir de las épocas en la vida de Joshua han sido devorados o aniquilados por otros.

Yo, (el Joshua que soy yo) me limito a terminar ahora este texto.